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Documento de Fraternidad Humana en pro de la paz mundial y la convivencia común
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Documento de Fraternidad Humana en pro de la paz mundial y la convivencia común

 

 
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              La Iglesia Católica                                               Al-Azhar Honrado

 

 

 

Documento de Fraternidad Humana en pro de la paz mundial y la convivencia común

 

 

Prefacio

La fe lleva al creyente a ver en el prójimo un hermano suyo que debe secundar y amar. Desde la fe en Al-lah que creó a todos los hombres, así como al universo y a las demás criaturas igualando entre ellos con su misericordia, el creyente es invitado a traducir esta fraternidad humana en el cuidado de los seres creados y de todo el universo. Así pues, debe prestar ayuda a todo hombre, sobre todo a los débiles y a los más necesitados.

A la vista de este noble significado y a través de varios encuentros en los que aflora un clima benigno de fraternidad y amistad, hemos compartido e hilvanado juntos el diálogo sobre el mundo contemporáneo, bien en sus momentos de dicha como en los de desdicha y crisis. Lo hemos hecho también a la luz del avance científico y técnico, los logros terapéuticos, la era digital, y los medios modernos de comunicación. Por esta vía, lo hemos efectuado asimismo en el tema de la pobreza, guerra y dolor que sufren muchos de nuestros hermanos en diferentes partes del mundo a causa de la carrera armamentista, la injusticia social, la corrupción, la decadencia moral, el terrorismo, el racismo, el extremismo, entre otros motivos.

Por medio de estas sinceras conversaciones fraternas que tuvieron lugar entre nosotros y en un encuentro lleno de esperanza en un mañana risueño para todo el ser humano, ha brotado la idea del «Documento de Fraternidad Humana». Sobre dicha idea, se ha trabajado ferviente y sinceramente en aras de que se convirtiese en una guía para las generaciones venideras en la que se embebiesen encauzándoles a la cultura del respeto mutuo en un ambiente de conciencia de la gran gracia divina que hizo hermanos a todos los hombres.

 

 

 

 

 

 

Documento de Fraternidad Humana

En el nom­bre de Al-lah que creó a to­dos los se­res hu­ma­nos igua­les en de­re­chos, de­be­res y dig­ni­dad, y les invitó a vivir como hermanos entre ellos para poblar la tierra y difundir en ella los valores de bondad, amor y paz.

En el nom­bre de la inocen­te alma hu­ma­na que Al-lah ha prohi­bi­do ma­tar prescribiendo que quien matara a alguien, sería como haber matado a la humanidad entera. Y quien lo salvara, sería como haber salvado a la humanidad entera.

En el nom­bre de los po­bres y los desdichados, de los desfavorecidos, y los marginados hacia quienes Al-lah ordenó a todo hombre, sobre todo, los ricos y poderosos, tener más beneficencia y prestarles ayuda disipando su pesar.

En el nombre de los huér­fa­nos y las viu­das, de los re­fu­gia­dos y los exi­lia­dos, de to­das las víc­ti­mas de las gue­rras, de las per­se­cu­cio­nes y de las injusticias. En nombre de todos los vulnerables y de los asustados, de los cautivos y los atormentados en la tierra sin exclusión ni discriminación.

En el nombre de los pueblos que perdieron la seguridad, la paz y la convivencia sufriendo bruscamente destrucción, devastación y rivalidad.

En el nombre de la «fraternidad humana» que reúne a todos los hombres, así como los une e iguala entre ellos.

En el nombre de esta fraternidad que se ve abrumada por las políticas de fanatismo y segregación y por los ciegos regímenes que buscan lucro ilegítimo y las abominables orientaciones ideológicas que ponen en juego el destino y los bienes de los pueblos.

En el nombre de la libertad que Al-lah concedió a todos los seres humanos distinguiéndolos y haciendo que fuese parte de su esencia.

En el nombre de la justicia y clemencia que son la base del poder y la esencia de la rectitud.

En el nombre de todas las personas de buena voluntad en las diferentes esferas de la tierra.

En el nombre de Al-lah y de todo lo antedicho, Al-Azhar Honrado –y detrás de él todos los musulmanes sobre la faz de la tierra– y la Iglesia Católica –y detrás de ella todos los católicos en todo el mundo– proclaman adop­tar la cul­tu­ra del diá­lo­go como ca­mino; la co­la­bo­ra­ción co­mún como con­duc­ta y el co­no­ci­mien­to mu­tuo como mé­to­do y cri­te­rio.

Nosotros los creyentes en Al-lah, en su encuentro y en su juicio final: Acordemente al sentido de responsabilidad religiosa y ética y a través de este documento hacemos un llamamiento a nosotros mismos y a los líderes mundiales, a los autores de la política internacional y de la economía mundial a comprometerse seriamente a difundir la cultura de la tolerancia, la convivencia y la paz; de intervenir de inmediato para detener el derramamiento de sangre inocente y poner fin a las guerras, los conflictos, la degradación ambiental y el de­te­rio­ro cul­tu­ral y mo­ral que vive el mun­do ac­tual­men­te.

Nos dirigimos a los intelectuales, filósofos, religiosos, artistas, informadores y creadores en todo sitio para redescubrir los valores de la paz, la justicia, la bondad, la belleza, la fraternidad humana y la convivencia, así como aseverar su envergadura como tabla de salvación para todos. Además, les reivindicamos su máximo esfuerzo en difundir dichos valores entre la gente en todas partes.

Esta «declaración» –fruto de una profunda contemplación sobre la realidad de nuestro mundo contemporáneo y de la estimación de sus éxitos y la coexistencia de sus penas, tragedias y calamidades– cree a pies juntillas en que las causas principales de la crisis del mundo de hoy día se deben a una conciencia humana anestesiada y el ale­ja­mien­to de los va­lo­res re­li­gio­sos, así como el pre­do­mi­nio del in­di­vi­dua­lis­mo y de las filosofías ma­te­ria­lis­tas que endiosan al hombre y colocan los principios materiales y mundanales en lugar de los valores elevados y sublimes.

Al re­co­no­cer los pa­sos po­si­ti­vos to­ma­dos por la ci­vi­li­za­ción moderna en los campos de la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y el bienestar, especialmente en los países desarrollados, enfatizamos que a la par que los grandes y encomiables saltos históricos, observamos un deterioro de la éti­ca, que con­di­cio­na la ac­ción in­ter­na­cio­nal, y el debilitamien­to de los va­lo­res es­pi­ri­tua­les y el sen­ti­do de res­pon­sa­bi­li­dad. Esto, a su vez, redundó en la extensión de un sentimiento general de desmoralización, aislamiento y desesperación. Además, lle­vó a mu­chos a caer en el vór­ti­ce del ex­tre­mis­mo ateo y ag­nós­ti­co, o en el extremismo religio­so, en el fanatismo y en el fun­da­men­ta­lis­mo cie­go. Asimismo, condujo a algunos a caer en las diferentes facetas de la adicción y la destrucción personal y colectiva.

La historia confirma que el ex­tre­mis­mo re­li­gio­so y na­cio­nal, jun­to con la in­to­le­ran­cia y el fanatismo han pro­du­ci­do en el mundo, tanto en Occidente como en Oriente, lo que podríamos denominar se­ña­les de una «ter­ce­ra gue­rra mun­dial en pe­da­zos». Ésta comenzó a revelar su fea cara en muchos lugares poniendo al descubierto situaciones trágicas que no se conoce exactamente el número de lo que ha dejado de muertos, viudas, huérfanos, luto y lágrimas. He aquí, otros lugares que se están preparando para más explosión, acumulación de armas y municiones en una situación mundial que se ve eclipsada por decepción, incertidumbre y temor al futuro, así como controlada por ínfimos y limitados intereses materiales.

Unido a esto, cabe afir­mar por tan­to que las fuer­tes cri­sis po­lí­ti­cas, la in­jus­ti­cia y la fal­ta de una dis­tri­bu­ción equi­ta­ti­va de los re­cur­sos na­tu­ra­les –de los cua­les solo se be­ne­fi­cia una mi­no­ría de los ri­cos, en de­tri­men­to de la ma­yo­ría de los pue­blos de la tie­rra– han ge­ne­ra­do, y con­ti­núan ha­cién­do­lo, un gran nú­me­ro de en­fer­mos, ne­ce­si­ta­dos y muer­tos, cau­san­do cri­sis le­ta­les de las que son víc­ti­mas di­ver­sos paí­ses pese a su posesión de grandes riquezas y recursos, así como de manos fuertes y jóvenes prometedores. Ante es­tas cri­sis que lle­van a mo­rir de ham­bre a mi­llo­nes de ni­ños, ya reduci­dos a es­que­le­tos hu­ma­nos –de­bi­do a la po­bre­za y el ham­bre– reina un silen­cio in­ter­na­cio­nal inacep­ta­ble.

En dicho contexto, es evi­den­te cuán­to es esen­cial la fa­mi­lia como núcleo indispensable para la sociedad y la humanidad en el sentido de tener hijos y educarles, así como instruirles y protegerles con la moralidad y la atención familiar. El ataque a esta «institución familiar» y reducir y cuestionar su importancia se considera una de las enfermedades más peligrosas de nuestro tiempo.

Es por ello por lo que nosotros hacemos hincapié en la im­por­tan­cia del des­per­tar del sen­ti­do re­li­gio­so y la necesidad de inculcarlo nuevamente en las almas de las nuevas generaciones a través de la buena educación y crianza y la adherencia a la moralidad y las correctas instrucciones religiosas para en­fren­tar las ten­den­cias in­di­vi­dua­lis­tas, egoís­tas, conflictivas, el ra­di­ca­lis­mo y el ex­tre­mis­mo cie­go en to­das sus for­mas y ma­ni­fes­ta­cio­nes.

El primer y más importante objetivo de las religiones es creer en Al-lah y adorarlo, e instar a todos los humanos a tener fe en que dicho universo depende de Él. Él es el Creador que nos creó con sabiduría divina y nos ha con­ce­di­do el don de la vida para cui­dar­lo. Un don que na­die tie­ne de­re­cho de eli­mi­nar, ame­na­zar o ma­ni­pu­lar a su gus­to, sino que todos tenemos que preservar desde su comienzo hasta su fin natural. Por ello, condenamos to­das las prác­ti­cas que ame­na­zan la vida como el ge­no­ci­dio, los ac­tos te­rro­ris­tas, el des­pla­za­mien­to for­za­do, el trá­fi­co de ór­ga­nos hu­ma­nos, el abor­to y la eu­ta­na­sia y las po­lí­ti­cas que apo­yan todo esto.

Tam­bién de­cla­ramos fir­me­men­te que las re­li­gio­nes nun­ca in­ci­tan a la gue­rra y no infunden sen­ti­mien­tos de odio, hos­ti­li­dad, ex­tre­mis­mo o llamamien­to a la vio­len­cia o al de­rra­ma­mien­to de san­gre. Es­tas des­ven­tu­ras son fru­to de la des­via­ción de las en­se­ñan­zas re­li­gio­sas, el uso po­lí­ti­co de las re­li­gio­nes e in­clu­so de las in­ter­pre­ta­cio­nes de gru­pos de hom­bres de reli­gión que –en algunas etapas de la historia–manipularon el sentimiento religioso con la pretensión de empujar a la gente a hacer lo que no tiene nada que ver con lo auténtico de la religión, sino en alineación con objetivos político-económicos mundanales y limitados. Por esta ra­zón, pedi­mos a to­dos que de­jen de ins­tru­men­ta­li­zar las re­li­gio­nes para in­ci­tar al odio, la vio­len­cia, el ex­tre­mis­mo y el fa­na­tis­mo cie­go y que de­jen de usar el nom­bre de Dios para jus­ti­fi­car ac­tos de ase­si­na­to, exi­lio, te­rro­ris­mo y opre­sión. Esto viene de nuestra creencia común en que Al-lah no creó a la gente para matar o luchar entre sí, ni para ser torturados o que sufriesen angustia en su vida. Al-lah –Altísimo sea– no ne­ce­si­ta ser de­fen­di­do por na­die y no quie­re que su nom­bre sea usa­do para ate­rro­ri­zar a la gen­te.

Este «Pacto», en base a todos los anteriores manifiestos mundiales llama la atención sobre el papel trascendental de las religiones para la construcción de la paz mundial. Por añadidura, declara lo siguiente:

– La firme convicción de que las enseñanzas correctas de las religiones invitan a aferrarse a los valores de la paz y elevar los principios del conocimiento mutuo, la fraternidad humana, la buena convivencia y la consagración de la sabiduría, la justicia y la caridad. Asimismo, llaman a despertar la religiosidad en los niños y jóvenes en pro de proteger a las nuevas generaciones del dominio del pensamiento materialista y del peligro de las políticas que buscan ciegamente las ganancias ilegítimas, así como de la indiferencia basada en la ley de la fuerza y no en el poder de la ley.

– La libertad es un de­re­cho de toda per­so­na: to­dos dis­fru­tan de la liber­tad de creen­cia, pen­sa­mien­to, ex­pre­sión y ac­ción. El plu­ra­lis­mo y la di­ver­si­dad de re­li­gión, co­lor, sexo, raza y len­gua­je son una sa­bia vo­lun­tad divina. Es a partir de esta misma sabiduría divina, Al-lah creó a los seres humanos e hizo que dicha diversidad fuese una base de la cual se de­ri­van los derechos de la li­ber­tad de creen­cia y la li­ber­tad de ser di­fe­ren­te. Por esta ra­zón, se con­de­na el he­cho de obli­gar a las per­so­nas a ad­he­rir­se a una deter­mi­na­da re­li­gión o cul­tu­ra, así como a im­po­ner un es­ti­lo de ci­vi­li­za­ción que otros no acep­tan.

– La justicia basada en clemencia es el camino que se debe seguir para alcanzar una vida digna que todo ser humano merece.

– El diálogo, la comprensión y la difusión de la cultura de la tolerancia y la aceptación del otro, así como la buena convivencia entre la gente, contribuyen, a su vez, a contener muchos problemas sociales, políticos, económicos y medioambientales que asedian a una gran parte de la humanidad.

– El diálogo entre los creyentes significa la convergencia en el inmenso universo de los valores espirituales, humanos y sociales comunes e invertirlos en la difusión de la moralidad y las virtudes supremas a las cuales invitan las religiones evitando las polémicas estériles.

–La pro­tec­ción de los lu­ga­res de cul­to –tem­plos, igle­sias y mezquitas– es un de­ber ga­ran­ti­za­do por todas las re­li­gio­nes, los va­lo­res huma­nos, las le­yes y las con­ven­cio­nes in­ter­na­cio­na­les. Cual­quier in­ten­to de ata­car los lu­ga­res de cul­to o ame­na­zar­los con aten­ta­dos, ex­plo­sio­nes o demo­li­cio­nes es una des­via­ción clara de las en­se­ñan­zas de las re­li­gio­nes, así como una vio­la­ción expresa del de­re­cho in­ter­na­cio­nal.

– El exe­cra­ble te­rro­ris­mo que ame­na­za la se­gu­ri­dad de las per­so­nas, tan­to en Orien­te como en Oc­ci­den­te, bien en el norte o en el sur cundiendo el pá­ni­co, el te­rror y el pe­si­mis­mo no se debe a la re­li­gión –aun­que si los terroristas la ins­tru­men­ta­li­zan levantando sus banderas y usando sus insignias– sino que es de­bi­do a las acu­mu­la­das in­ter­pre­ta­cio­nes in­co­rrec­tas de los tex­tos re­li­gio­sos, a las po­lí­ti­cas de ham­bre, de po­bre­za, de in­jus­ti­cia, de opre­sión, de arro­gan­cia. Por ende, es obligatorio in­te­rrum­pir el apo­yo a los mo­vi­mien­tos te­rro­ris­tas por medio de abas­te­ci­mien­to financiero, de las armas, los pla­nes, las jus­ti­fi­ca­cio­nes, o a través de la co­ber­tu­ra me­diá­ti­ca; y con­si­de­rar todo esto como crí­me­nes in­ter­na­cio­na­les que ame­na­zan la seguri­dad y la paz mun­dial y deben ser condenados en todas sus formas e imágenes.

– El concepto de la «ciudadanía» se fundamenta en la igualdad de deberes y derechos que bajo su techo venturoso vivimos todos con justicia. Por consiguiente, debemos trabajar para es­ta­ble­cer en nues­tras so­cie­da­des el con­cep­to de «ciu­da­da­nía ple­na» y re­nun­ciar al uso dis­cri­mi­na­to­rio del tér­mino «mi­no­rías», que trae con­si­go las se­mi­llas de sen­tir­ aislamiento e inferioridad, así como allana el camino ante sembrar la sedición y rivalidad. Asimismo, niega y relega los méritos y derechos religiosos y civiles de algunos ciudadanos, así como da lugar a ejercer prácticas discriminatorias contra ellos.

– La relación entre Oriente y Occidente se considera una necesidad acuciante para ambos y no puede ser reemplazada o ignorada. Así, ambas civilizaciones pueden enriquecerse mutuamente por el intercambio y el diálogo cultural. En esto, el Occidente puede encontrar en la civilización del Oriente lo que podría ser una curación para algunas de sus enfermedades espirituales y religiosas procedentes de la tiranía materialista. Del mismo modo, el Oriente puede hallar mucho en la civilización del Occidente que le ayudaría a recuperarse del estado de debilidad, dispersión, y conflicto, así como del retroceso científico, técnico y cultural. Es importante subrayar la necesidad de prestar atención a las diferencias religiosas, culturales e históricas que forman parte esencial en la formación de la personalidad del hombre en Oriente, así como en su cultura y civilización. Es así que tendríamos que recalcar la envergadura de comprometerse a consolidar los derechos humanos comunes, lo que, a su vez, contribuye en garantizar una vida digna para todos los hombres en Oriente y Occidente haciendo tabla rasa de la política de doble rasero.

– El reconocimiento del derecho de la mujer a la edu­ca­ción, al trabajo y al ejer­ci­cio de sus pro­pios de­re­chos po­lí­ti­cos presenta una necesidad urgente. Ade­más, se debe tra­ba­jar para li­be­rar­la de pre­sio­nes histó­ri­cas y so­cia­les con­tra­rias a los prin­ci­pios de la pro­pia fe y dig­ni­dad. Tam­bién se debe pro­te­ger­la de la ex­plo­ta­ción sexual y de su tratamiento como mercancía o instrumento de goce y lucro. Por eso, hay que frenar todas las prác­ti­cas in­hu­ma­nas y las cos­tum­bres vul­ga­res que hu­mi­llan la dig­ni­dad de las mu­je­res y tra­ba­jar para cam­biar las le­yes que im­pi­den a las mu­je­res dis­fru­tar ple­na­men­te de sus de­re­chos.

– Tanto la familia como la sociedad deben establecer los de­re­chos de los ni­ños a cre­cer en un am­bien­te fa­mi­liar, así como a la esmerada atención, a la nutrición y a la edu­ca­ción. Esto hay que garantizarlo y defenderlo de modo que ningún niño se prive de ello en cualquier lugar. Además, se debe con­de­nar cual­quier prác­ti­ca que vio­le la dig­ni­dad de los ni­ños o sus de­re­chos. Al igual que es im­por­tan­te pro­te­ger­los ante los peligros a los que es­tán ex­pues­tos –es­pe­cial­men­te en el en­torno di­gi­tal– y con­si­de­rar el trá­fi­co de su inocen­cia y cual­quier género de vio­la­ción de su in­fan­cia como un cri­men.

– La protección de los derechos de los ancianos, los débiles, los vulnerables y los discapacitados es un imperativo religioso y social que se debe garantizar y defender mediante legislaciones estrictas y la aplicación de los pactos internacionales en lo que les atañen.

Con este fin, y a través de la cooperación conjunta entre la Iglesia Católica y Al-Azhar Honrado declaramos y nos comprometemos a hacer llegar este «Pacto» a las autoridades decisoras del mundo, a los líderes influyentes, a los hombres de religión en el mundo, a los pertinentes organismos regionales e internacionales, a las organizaciones de la sociedad civil, a las instituciones religiosas, y a los intelectuales y líderes de opinión. Asimismo, asumimos la obligación de difundir todos los principios que contiene en todos los niveles regionales e internacionales, así como cristalizarlos en políticas, resoluciones, textos legislativos, currículos educativos y materiales informativos.

Además, reivindicamos que dicho pacto sea objeto de estudio y reflexión en todas las escuelas, universidades e instituciones y centros educativos a fin de crear nuevas generaciones que eleven el bien y la paz y defiendan los derechos de los oprimidos y desfavorecidos en todo lugar.

 

 

Corolario

Que este documento sea un llamamiento a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes en las religiones, e incluso entre los creyentes y no creyentes y entre todas las personas de buena voluntad.

Que nuestro pacto sea un llamamiento a toda conciencia viva que rechace la violencia abominable y el extremismo ciego, así como a todos los amantes de los principios de la tolerancia y fraternidad que son defendidos y alentados por las religiones.

Que nuestro pacto sea un testimonio de la grandeza de la creencia en Al-lah que une los corazones dispersos y eleva al hombre.

Que nuestro pacto sea un «símbolo del abrazo entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur, y entre todos los que creen en que Al-lah nos creó para conocernos, y para cooperar y coexistir como queridos hermanos.

Esto es lo que esperamos y procuramos lograr con el fin de alcanzar la paz mundial de la que todos disfrutamos en esta vida.

 

Gran Imán de Al-Azhar Honrado

Ahmad Al-Tayyib

Su Santidad

Papa Francisco

 

 

 

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