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كلمة فضيلة الإمام الأكبر شيخ الأزهر في البرتغال 2018
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كلمة فضيلة الإمام الأكبر شيخ الأزهر في البرتغال 2018

En el nombre de Al-lah, el Misericordioso, el Compasivo

Cuestión de los valores religiosos y la crisis de las comunidades contemporáneas

Señoras y señores,

¡La paz y las bendiciones sean con ustedes!

Este discurso —que me complace emitir— se enmarca en las actividades de la responsabilidad de Al-Azhar Honrado y el Consejo de Sabios Musulmanes, y esto se debe a su esfuerzo permanente en enraizar el principio de «El diálogo entre Oriente y Occidente», e intentar aplicarlo de manera práctica en las diferentes capitales europeas, africanas y asiáticas.

Realizamos dicho esfuerzo para tender los puentes del reconocimiento civil mutuo entre los humanos, sean cuales sean sus razas, lenguas, credos, religiones y las peculiaridades de sus culturas, tradiciones y costumbres. En realidad, lo efectuamos a través de la confirmación de los muchos divisores comunes religiosos entre los creyentes en las religiones celestiales, e incluso entre los que no siguen dichas religiones, pero las respetan y reconocen su relevancia en guiar la carrera del mundo contemporáneo y devolverle a su camino recto después de que estaba a punto de deslizarse en el sendero del desvío, en lo que se parece al «suicidio moral» y en el hundimiento en un caos general que, quizá, nunca tuvo lugar en la historia humana.

¡Estimados señores!

Parece axiomático para todo el mundo, tanto en Oriente como en Occidente, que nuestro mundo contemporáneo sufre hoy en día varias crisis asfixiantes, encabezadas por la crisis económica que ha sembrado la pobreza, el hambre, el paro de la juventud, las deudas, el gran abismo entre los ricos y los pobres, la crisis del medio ambiente y la de las políticas internacionales contemporáneas que producen resultados pésimos, tal como consolidar los conflictos, las polarizaciones internacionales, las luchas por el poder, «la propagación del caos, el colapso familiar y la marginación de la mujer»[1], entre otras crisis y enfermedades morales, sociales y humanas. Éstas plagan al hombre del siglo XXI de desesperanza y desaliento, así como, le acaban con el goce de la vida, la tranquilidad y la paz de la conciencia.

Tales crisis empujaron a los prudentes y sabios de Occidente, y a los hombres de religión a detenerse a contemplar dichos indicios reunidos en el cielo del mundo, igual como las tinieblas que auguran una destrucción y hundimiento. Estos juiciosos reconsideraron la situación y celebraron conferencias internacionales, de entre las cuales destaca «La Segunda Conferencia de las Religiones del Mundo», en la que los representantes de las distintas religiones llamaron a la necesidad de establecer «Una moral mundial», a fin de constituir un nuevo sistema mundial que nos saque de dicha crisis y se base en instrucciones constantes: «Comprometerse a una cultura carente de violencia, respetar a todos los seres vivos, creer en la cultura de la solidaridad y en un sistema industrial justo, y aferrarse a la cultura de tolerancia e igualdad en los derechos y coparticipación entre el hombre y la mujer»[2].

Es encomiable dicho comunicado por llamar la atención al papel relevante que los religiosos pueden desempeñar, respecto a constituir un nuevo sistema global, al asentar una paz permanente, primero entre los propios religiosos, antes de difundirla entre la gente, para que no se les aplique el refrán de «El árbol muerto no da cobijo». Cabe decir que el Comunicado se concluyó confirmando que no habría paz en el mundo si no existiera entre las religiones que guardan entre ellas respeto mutuo, tampoco habría paz entre las religiones sin diálogo mutuo, ni supervivencia de la humanidad sin moral global.

Estamos totalmente de acuerdo con dichos extremos, si tienen por objetivo invocar la moral de las religiones, difundirla entre la gente y controlar sus comportamientos, debido a su gran moral capaz de establecer la paz y la igualdad, y hacer recordar ininterrumpidamente la trascendencia de la Paz y su importancia para la gente igual como la de las comidas y las bebidas.

En cambio, si se refieren —con la necesidad urgente del asentamiento de la paz primero entre las religiones— al sentido negativo de dicha frase, lo cual significa: la importancia de la detención de las guerras que estallan en nombre de las religiones, las que se responsabilizan del derrame de sangre, como confirmación del dicho heredado: «La religión es la razón del estallido de las guerras», en este caso, creo que los religiosos, a pesar de sus diferentes religiones, no creen en este significado ni lo aceptan, pues lo contrario es correcto. Ya que la ausencia de la «Religión Divina», así como odiarla, marginarla, darla por fútil, burlarse de la creencia en Al-lah, negarla y desligarse de los controles de la moral religiosa, todo esto es la razón de la plaga de las guerras y su estallido en el siglo pasado y al inicio del siglo XXI: Siglo de ciencia y desarrollo, derechos humanos y pactos internacionales de paz. De nuestra parte, reconocemos que hubo guerras horrendas que duraron largas décadas, en las que la religión fue empeñada y utilizada para considerar legítimas sus llamaradas; pero, a decir verdad, la religión fue la primera víctima y el principal perdedor de aquellas guerras.

Señores sabios, permítanme mostrar mi asombro ante el hecho de que el dicho «La religión es la razón del estallido de las guerras» se haya quedado pegado  en las mentes de nuestra juventud, e incluso, en las de muchos de nuestros ancianos, y por llevarles a creer en que la humanidad no tiene más remedio, para disfrutar de la paz y la convivencia, que excluir la religión de los puestos de orientación y convertirla en un asunto individual que no sobrepasa los corazones de los creyentes; de ahí, desproveerla de cualquier oportunidad que pueda concederle una influencia, cualquiera que  ésta sea, en el comportamiento de las sociedades. La creencia en esta falsedad ha estimulado a que las puertas del ateísmo se abran de par en par ante nuestra juventud. Por consiguiente, el hombre de nuestra época contemporánea ha perdido lo más precioso que tiene, su consideración como ser moral, respecto al origen de su naturaleza humana. La verdad científica constata que el fenómeno que guarda más de una razón, no se puede limitar en su interpretación a una sola razón.

Es de mencionar que los axiomas de la búsqueda histórica pasada y contemporánea demuestran que «la religión» en sí, no es suficiente como para investigar la razón del estallido de las guerras. Ya que son varias y entretejidas sus razones. Así como, son psíquicas, sociales, industriales y políticas. A lo que se suma también, que hay otras razones fuera de las luchas religiosas, tal como: la lucha por el amor al poder y a la potencia, el deber de detener a los agresores contra la patria, las culturas y peculiaridades, igualmente, el deseo incontenible de apoderarse de los recursos de los demás, además del amor al dominio y al sometimiento. Aparte del tráfico de armas cuya promoción requiere establecer políticas paralelas que sirvan para crear focos de tensión entre las personas pacíficas[3].

Tal vez algunos piensan que lo que estoy diciendo es, en el mejor de los casos, un elogio recurrente a las religiones, así como, nuestra vida anda a nuestro gusto, sin necesidad alguna de controles morales y creencias, entre otras cosas metafísicas y no Vistas. Sin embargo, tal pensamiento y sus convergentes no son, en el mejor de los casos, más que una ignorancia a la verdad humana, deficiencia de comprensión y discapacidad patente de llevar sus cargas y responsabilidades. La primera de estas últimas radica en compartir el sentimiento del prójimo y ayudarle a conseguir todos sus derechos, encabezados por el derecho a la vida y a la paz. Dicha deficiencia se trata de una evidencia sobre la importancia de la «Religión», su relevancia máxima en la vida humana, igualmente, es la única fuerza que resguarda al creyente de caer como presa fácil en manos de los deseos individuales y su dominio, ensimismarse y construir su propia felicidad sobre las ruinas de los demás. La religión es la alarma de la responsabilidad, de la conciencia y de la asunción de sus repercusiones. Pretendo que esta «moral» es el criterio de la superioridad y el desarrollo acertado tanto de los individuos como de los países y pueblos.

Voy a poner solamente un ejemplo sobre las llamadas de la religión en que creo: ésta iguala en el deber de la defensa entre la lucha por la causa de Al-lah y la lucha por salvar a los débiles hombres, mujeres y niños[4]: «¿Y cómo es que no combatís en el camino de Al-lah, mientras esos hombres, mujeres y niños oprimidos, dicen: ¡Señor nuestro! Sácanos de esta ciudad cuyas gentes son injustas y danos, procedente de Ti, un protector y un auxiliador?» (Sura 4, Las mujeres: 75). Asimismo, voy dando otro ejemplo que apostilla la prescripción de asumir la responsabilidad por el prójimo no musulmán; puesto que Al-lah —Enaltecido sea— permitió —al principio— que los musulmanes luchasen por dos asuntos:

Primero: para oponer la injusticia que les tocaría a causa de la tiránica arrogancia de la idolatría.

Segundo: para garantizar el derecho a tener libertad de creer y practicar la religión en relación con los creyentes, sean judíos, cristianos o musulmanes. Al-lah dice: «A quienes luchen por haber sido víctimas de alguna injusticia, les está permitido luchar. verdaderamente Al-lah tiene poder para ayudarles. Los que fueron expulsados de sus casas sin derecho, solo porque habían dicho: “Nuestro Señor es Al-lah”. Si Al-lah no se hubiera servido de unos hombres para combatir a otros, habrían sido destruidas ermitas, sinagogas, oratorios y mezquitas, donde se menciona en abundancia el nombre de Al-lah. Es cierto que Al-lah ayudará a quien Le ayude. Verdaderamente, Al-lah es Fuerte y Poderoso» (Sura 22, La Peregrinación: 39-40)

En este texto de origen divino se determina claramente que el primer motivo por el cual el Islam permite la lucha a causa de la religión es para dar victoria a los oprimidos y otorgarles una vida segura como la de los demás. Se trata de una razón que el juicio sano nunca pondría en duda su legitimidad ni siquiera por un segundo. Asimismo, se entiende con claridad que la guerra en este contexto está permitida con el fin de defender las religiones celestiales contra la agresión de la idolatría y los asociadores. A este respecto, resulta extraño el hecho de que la legítima lucha en el Islam no se limita a la obligación de defender la libertad de practicar solamente esta religión, sino también es de igual legitimidad para garantizar el proceso de defender el mismo derecho en relación con las demás religiones celestiales. Fíjense en las palabras de Ibn ‘Abbas, que Al-lah esté complacido de ambos, cuando dijo en el marco de interpretar esta aleya: “A nombre de la religión islámica y los musulmanes, se defienden los derechos de los ciudadanos no musulmanes que adoptan la cristiandad o el judaísmo como práctica de adoración”. En hilo de lo anterior, los exegetas se preguntaron acerca de referirse a las ermitas, sinagogas, oratorios y mezquitas al tratar el plan islámico de defensa. De entre sus explicaciones destaca que en estos sitios se reúnen con más congregación los creyentes, aunque varían las formas de adoración de cada grupo. De hecho, Al-Razy niega la idea de que la defensa de estos lugares sea un caso especial y limitado al tiempo de Moisés y Jesús, que Al-lah les dé paz, sino cree, o más bien, afirma que el propósito del Islam al permitir defenderlos consiste en que no se destruyesen en la época del profeta Muhammad (PyB); pues, según sus propias palabras, en estos lugares “se menciona el nombre de Al-lah. Así pues, no son sitios de idolatría”. Entonces, la noble aleya toma en consideración el hecho de defender los lugares de adoración que no pertenecen a los musulmanes. Esta interpretación que acabo de transmitirles a ustedes no la he citado con el propósito de hacerles una conversación de cortesía, sino es la interpretación que aparece ejemplarizada en la vida del propio Profeta del Islam (PyB) durante el siglo VII y la transmitida por los mismos musulmanes de generación a generación como indicio de convicción de la explicación de esta aleya emitida por Ibn ‘Abbas quien fue primo y el estimado discípulo de Muhammad (PyB).

Entre las exégesis posteriores que corroboran esta interpretación señalamos a la de Al-Tabary que se remonta al siglo IV de la Hégira y a la de Al-Razy que data del siglo VII de la Hégira. Esto es lo que yo he aprendido cuando era estudiante en Al-Azhar durante los años 50 y 60 del siglo anterior, y es lo mismo que enseñamos a nuestros alumnos hoy en día, sobre todo en el Departamento de Exégesis Coránica de la Facultad de los Fundamentos de la Religión de la Universidad de Al-Azhar. Mi objetivo de haber expuesto todo eso consiste en subrayar que la ética que adoptan las religiones como referencia y regulador de fundamentos básicos es la elegida para oponer las nociones materialistas que ya han controlado, profanado e infringido los principios religiosos. Estas nociones han estado presentes desde hace más de dos siglos, causando, y siguen haciéndolo, series de guerras en las que mueren millares de personas. Aquí no estoy hablando de las dos guerras mundiales ni de los demás enfrentamientos bélicos que tuvieron lugar en Europa o en otros continentes durante el siglo pasado, me refiero a las absurdas guerras que han estallado recientemente en nuestros países. Es más, hablo de un país destruido por completo en unas horas, y luego, fue dejado en las ruinas y escombros hasta el día de hoy. Me refiero a la guerra de Irak de 2003 contando con las infinitas tragedias y penas que había dejado, y a la guerra de Siria cuyos misterios han sido descubiertos, pues no se trataba de conflicto y lucha entre los seguidores de dos sectas islámicas (sunitas y chiitas) como se logró poner en circulación con astucia y perfidia bien tramadas, pues el caso reveló que la lucha estaba entre dos sistemas universales que han encontrado en esta tierra un mercado fértil para el tráfico de armas y el derramamiento de sangre. Estoy hablando también de Palestina, cuyas santidades son tanto suyas como mías, que afronta la arrogancia del poder, el dominio de la tiranía y las políticas de genocidio, exterminio y desplazamiento poblacional. Se puede decir lo mismo en el caso trágico de Yemen y Libia, entre otros países. Estoy hablando de esta miserable y desgraciada zona que se ha convertido en mares de sangre, en lugares de pobreza y enfermedad y en un espacio válido en virtud de experimentar los avances de armas de extrema destrucción.

Todas estas nefastas tragedias mediante las cuales se torturan los pueblos de Oriente Medio son fruto de un objetivo fundamental, pues consiste en que el humano occidental se evolucione y tenga el poder absoluto a la sombra de inventar la idea de abandonar por completo las enseñanzas religiosas y, luego, dar la espalda al patrimonio humanitario que contiene muchos de los tesoros del saber y la correcta moral apoyada por la revelación divina. Como consecuencia, el ser humano ha perdido su verdadera identidad y ha cambiado su esencia, y más aún, su particularidad ha sido transformada para convertirse en un ente de carácter material y económico en vez de ser sensato y dotado de razón, pues ya se ha quedado con un corazón que no palpita con pena por la angustia e infelicidad del otro, sino que se mueve de arriba abajo dependiendo de las palpitaciones  de la  oferta y  la demanda del mercado industrial y el mundo del comercio y dependiendo  del éxito y el fracaso de sus tratos económicos.

¡Señores presentes! No quiero agobiarles alargando más el discurso. Sin embargo, quisiera afirmarles que no he venido para hacerles escuchar palabras de alabanza y elogio a favor de la religión islámica, sino más bien he venido para contarles parte de los aspectos de la estrecha e inigualable vinculación del Islam con las demás religiones celestiales, pues no hay religiones celestiales dispersas ni diferentes, sino que existe una sola religión divina con la cual todos los profetas han sido albriciados desde Adán hasta Muhammad (PyB), pasando por Noé, Ibrahim, Moisés y Jesús, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con todos ellos. Del mismo modo, quisiera subrayar que, excepto los credos, los puntos de coincidencia y conformidad que reúnen entre los mensajes celestiales residen en los principios de la ética y las morales que los abarcan los Diez Mandamientos, la Exhortación del Monte y las enseñanzas del Corán. Ciertamente, la fe de los musulmanes en el Corán no llega a ser completa sin creer en las Escrituras de Moisés y el Evangelio de Jesús, que la paz sea con ellos, pues leemos en nuestro Libro Sagrado que Al-lah, Enaltecido sean, describe la Torá y el Evangelio como luz y guía; y que el Corán es la prueba de la veracidad de estos dos Libros. Además, los profetas son lo más parecido a los hermanos de padre común, pero de varias madres, tal y como los describió el Profeta del Islam (PyB), pues el único y común padre es: la religión divina con la que todas las religiones tienen el mismo y absoluto nivel de parentesco. Por el otro lado, las madres diferentes son: las legislaciones y las sentencias jurídicas que determinan lo lícito y lo ilícito que se diferencian dependiendo de la época y el lugar en donde aparece una religión o la otra. Así pues, creemos en que Jesucristo, que la paz sea con él, es un mensajero de Al-lah y Su palabra [¡Sé!] que depositó en María; y es un espíritu creado por Él. Asimismo. leemos en el Corán la descripción de los seguidores de la religión de Jesús como los más cercanos y amistosos de entre la gente para los musulmanes, además, Al-lah ha puesto en sus corazones piedad y misericordia que les hacen ser distinguidos a lo largo de los tiempos. Al-lah dice: «Y pusimos en los corazones de los que le siguieron piedad y misericordia» (Sura 57, El hierro: 27). Por añadidura, la historia islámica registra acontecimientos que indican relaciones de afecto entre los musulmanes y los cristianos desde los principios del Islam, pues está confirmado sin lugar a dudas que los Compañeros de Muhammad (PyB), de entre los pobres y débiles, sufrieron torturas, maltratos y opresiones de parte de los idolatras de Meca. Cuando al Profeta (PyB) se le agotaron los medios de defenderlos, los envió a un estado cristiano cuyo rey también era cristiano. Me refiero a Etiopía y su gobernante (Al-Nagashy). En aquel entonces, los musulmanes acudieron a este país dos veces, pues a su lado gozaban de custodia, protección y generosa hospitalidad, ya que pudo ponerles a salvo aun conservando su fe e hizo frente a la agresión y persecución de los mequíes contra los creyentes hasta Etiopía.

Que la paz, las bendiciones y la misericordia de Al-lah sean sobre ustedes.

Expedido en Lisboa el 14 de marzo de 2018 que corresponde al 26 de Gumada Al-Ajar de 1439 H.

Ahmed Al-Tayyib

Gran imán de Al-Azhar

 

 

 

[1] Taha Abdel-Rahman, Al-Ajlaq al-‘alamíah: madaha wa hududuha (La ética mundial: su alcance y límites), 12. Serie de Waraqat Taba, Núm. I, 2008.  En dicho trabajo, Prof. Dr. Taha, investigó sobre «El comunicado de la ética mundial», emitido por el Parlamento de las Religiones del Mundo, en 1993, en Chicago. De ahí, el Dr. Taha criticó el gran abismo entre el Comunicado y la referencia religiosa respecto al sistema moral, al que invocó el Comunicado. Asimismo, propuso elegir la referencia del Islam por su riqueza moral.

[2]  Hans King, ¿Li maza maqaiees ‘alamía li-l-ajlaq? Ad-Din wa-l-ajlaq fi ‘asr al-‘awlamah (¿Por qué deben existir criterios globales para la ética? La religión y la ética en la época de la globalización), Trad. Thabet Eid, Introd. Muhammad Emarah, págs. 262-272, Ed. Dar Eid, Zúrich, 2010.  

[3] Ibid., pág. 20.

[4] Véase las palabras tan profundas y preciosas del Prof. al-‘Aqqad, en: La filosofía coránica. (Enciclopedia islámica de al-‘Aqqad, vol. 5, al-Maktaba al-‘Asriyya (La Biblioteca Moderna), Beirut, 2015, págs. 31-32).

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