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Civilización y la construcción de la tierra
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Civilización y la construcción de la tierra

Civilización y la construcción de la tierra

 

Al-lah —Ensalzado y Altísimo sea— ha determinado la misión civilizadora del hombre en el universo según dice la siguiente aleya:

﴿هُوَ أَنْشَأَكُمْ مِنَ الْأَرْضِ وَاسْتَعْمَرَكُمْ فِيهَا (هود: 61).

«Os creó a partir de la tierra e hizo que vivierais en ella» (Sura 11, Hud: 61).

 

Bien se ha dicho reiteradamente que Al-lah le ha encargado al hombre la construcción de la tierra y el asentamiento de la civilización en ella, lo cual implica, a su vez, el acondicionamiento de la tierra, su equipamiento para vivir y la obtención de sus bienes.

El establecimiento en la tierra al que se refiere la noble aleya conlleva la construcción. Así que, este término no guarda ninguna relación con la connotación negativa del mismo, que se aprecia en las épocas de ocupación extranjera de nuestro mundo, tanto islámico como no islámico. La resonancia negativa del término, que dista definitivamente de su concepción en el Islam, se graba en el ánimo y la mente de la gente con la idea de la destrucción y los actos de sabotaje, pillaje, saqueo y devastación del hombre y la tierra.

Y para que el hombre pueda realizar esta tarea civilizadora en el universo, Al-lah le armó con la ciencia a la cual el Islam decreta, como obligación religiosa. Sin embargo, construir la tierra de este modo no asienta plenamente las bases de la civilización, ni la noción de la construcción en su totalidad, sino que, más bien se trata de una sola faceta de la construcción que puede ser acuñada como «civilización material o artificial». Mientras que, existe otra vertiente que complementa la noción de la civilización o de la expresión coránica «la construcción terrestre», que abarca el conjunto de todos los valores religiosos, mentales, morales y estéticos, en otras palabras, la verdadera civilización es la que da absoluta primacía al hombre y está acorde con sus propios objetivos, situándolo en primer plano.

Paralelamente, el concepto islámico de la civilización no se aleja mucho de lo anterior, solo que lo asocia con la idea de la ejecución de la voluntad divina. Consecuentemente, se puede definir la civilización desde el punto de vista islámico como la realización de la voluntad divina en la construcción de la tierra tanto material como moralmente, algo por lo cual el hombre merece este calificativo «vicario de Al-lah en la tierra».

Así, nos damos cuenta de que el dominio que ejerce el hombre sobre las fuerzas naturales no es suficiente para la construcción de la tierra, pues es menester también el autocontrol de sus instintos interiores, sus caprichos y sus pretensiones en función de los valores morales. De este modo, se perfecciona la construcción terrestre según la voluntad divina. Al mismo tiempo, se entabla así una relación duradera entre el hombre y su Creador que, a su vez, corrige su derrotero cuando anda descaminado y se extravía pensando que es el señor y dueño absoluto del universo en el sentido de que tiene derecho a jactarse oprimiendo, avasallando y asolando la tierra. Esta actitud no tiene nada que ver con el civismo, sino todo lo contrario: se aleja mucho de él.

En base a lo anterior, podemos decir que la civilización, en su definición acertada, significa el desarrollo material y espiritual del hombre. De este modo, no se deslinda de los valores humanos en su plenitud. Además, el concepto de ¨civilización¨ viene adherido a la noción del avance, es decir se trata de un salto progresivo en todo el sentido de la palabra: un desarrollo en el pensamiento, en la conducta y en el comportamiento con la gente y todos los demás seres. Todo esto va incluido dentro de un panorama integral de valores que van más allá del estrecho patrón tribal para llegar al infinito círculo de la humanidad.

En este contexto, el Islam ha desempeñado un papel trascendental al llamar la atención sobre este gran círculo de la humanidad haciendo hincapié en la incidencia del elemento humano. Sobre este particular, el Sagrado Corán asevera que:

﴿يَا أَيُّهَا النَّاسُ إِنَّا خَلَقْنَاكُمْ مِنْ ذَكَرٍ وَأُنْثَى وَجَعَلْنَاكُمْ شُعُوبًا وَقَبَائِلَ لِتَعَارَفُوا(الحجرات: 13).

« ¡Hombres! Os hemos creado a partir de un varón y de una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus distintos para que os reconocierais unos a otros» (Sura 49, Los Aposentos Privados: 13).

 

La anterior noble aleya ha expresado una serie de axiomas:

1) Este llamamiento está dirigido a toda la gente.

2) La unicidad del origen humano.

3) La existencia de diferencias secundarias entre las naciones y los pueblos.

4) En vista de que estas diferencias no se conectan con la esencia del hombre, se consideran como el punto de arranque que fomenta el conocimiento y el apego entre la gente, partiendo de la premisa de que todos los hombres pertenecen a un solo origen común.

Este mutuo conocimiento se considera la clave de la comprensión y la cooperación colectiva entre todos los seres humanos en pro de la consolidación de valores humanos comunes. Y de ahí viene el precepto islámico, de que atentar contra un solo individuo, es como haberlo hecho contra toda la humanidad. Del mismo modo que hacer el bien a una sola persona es como haberlo hecho a toda la humanidad. Dicho mandato islámico coloca al hombre en su correcto lugar y a la vez asevera que el Islam es la religión de la benevolencia para la humanidad en todo el sentido de la palabra.

Al hilo de lo anteriormente mencionado, se vislumbra que el objetivo de toda civilización verdadera es el hombre, puesto que él es su constructor, a la par que es también su primordial objetivo. En consideración a la consolidación del sentido humano, no faltamos a la verdad, al afirmar que la civilización sucumbe cuando perece su esencia y no va enfocada al hombre. En tal caso, cuando fenece el sentido humano, empiezan las falsas civilizaciones y la falsa moral.

Y si el ilustre filósofo inglés Thomas Hobbes desde su perspectiva ha llegado a considerar que el hombre es lobo para el hombre, y que todos están en guerra entre sí, entonces la concepción islámica que concuerda con la verdadera civilización, o que expresa el núcleo de ésta; la cual debe estar presente en la conciencia de los individuos y los grupos es la responsabilidad de todos hacia todos. Y esto representa la cúspide de la cooperación, colaboración y apoyo entre todos los hombres.

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