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Discurso de Su Eminencia el Gran Imán,   Prof. Dr. Ahmed Al-Tayyib  Jeque de Al-Azhar   y presidente del Consejo de Sabios Musulmanes  en  "El Encuentro Internacional para la Fraternidad Humana"
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Discurso de Su Eminencia el Gran Imán,  Prof. Dr. Ahmed Al-Tayyib Jeque de Al-Azhar  y presidente del Consejo de Sabios Musulmanes en "El Encuentro Internacional para la Fraternidad Humana"

En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso

 

 

 

Discurso de Su Eminencia el Gran Imán,

 Prof. Dr. Ahmed Al-Tayyib

Jeque de Al-Azhar

 y presidente del Consejo de Sabios Musulmanes

en

"El Encuentro Internacional para la Fraternidad Humana"

 

celebrado en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos

 

 

 

 

 

 

En el nombre de Al-lah, el Omnicompasivo, el Misericordioso

Mi querido hermano y amigo, Su Santidad el Papa Francisco, Papa de la Iglesia Católica

Estimado hermano, Su Excelencia el Sheij Muhammad bin Zayed, su hermano, Su Excelencia el Sheij Muhammad bin Rashed, y sus hermanos, líderes de los Emiratos Árabes Unidos,

¡La paz y las bendiciones de Al-lah sean con ustedes!

Empiezo mi discurso expresando mi más sincero agradecimiento tanto al gobierno como al pueblo de los Emiratos Árabes Unidos, por acoger este suceso histórico, el cual reúne a los líderes y sabios de las religiones, hombres de iglesia, políticos, pensadores, literatos y especialistas de la media. Un grupo mundial brillante que se reúne en la buena tierra de Abu Dabi para presenciar junto a toda la humanidad la expedición del "Documento de Fraternidad Humana", el cual entraña una invitación a propagar la cultura de la paz, el respeto a los demás y el logro del bienestar para toda la humanidad, como sustituto de una cultura de odio, injusticia, violencia y sangre. Así como también, exige a los líderes del mundo, a las autoridades políticas, a los responsables del destino de los pueblos y a los que controlan el equilibrio de los poderes militares y económicos, que hagan una intervención inmediata para detener el derramamiento de sangre y la pérdida de vidas de inocentes y poner un fin inmediato de las luchas, levantamientos y guerras sin sentido que están por llevarnos a un miserable declive civil que amenaza con el estallido de una Tercera Guerra Mundial.

 

Honorables presentes,

Yo personalmente pertenezco a una generación que se puede denominar "Generación de las guerras", en todo el sentido de la palabra que refleja miedo, pánico y sufrimiento. Hasta el día de hoy, sigue grabado en mi memoria lo que decían, tras la Segunda Guerra Mundial, sobre el flagelo de la guerra la cual dejó todo en ruinas. Durante mi infancia, aún no llegaba a alcanzar los diez años, cuando estalló la Guerra de la Triple Alianza en octubre de 1956, y vi con mis propios ojos el bombardeo de los aviones al aeropuerto de mi ciudad natal, Luxor. En aquel entonces pasábamos largas noches en plena oscuridad, en las cuales no podíamos conciliar el sueño hasta el despuntar del alba. Asimismo, nos refugiábamos en las cuevas para escondernos en la obscuridad. La memoria, que sigue guardando estos recuerdos dolorosos, los devuelve otra vez por sus horrores, como si no hubieran pasado más que sesenta años. Es más, apenas habían transcurrido diez años cuando, nos sumergimos en la guerra de 1967, la cual fue más severa que su predecesora. La vivimos con todas sus tragedias. Después de esta guerra pasamos seis años con la economía de las guerras; y no pudimos recuperar el aliento, sino hasta el triunfo que tuvimos en 1973 en la Guerra de la Liberación, la cual devolvió a todos los árabes su propia dignidad, y suscitó en ellos el espíritu del orgullo y el pundonor, y la capacidad de acabar con la injusticia y los injustos, de detener la agresión y humillar a los agresores. Pensábamos en aquel momento que nos despedíamos de la era de las guerras y comenzábamos la era de la paz, seguridad y producción.

No obstante, muy pronto la situación cambió cuando nos enfrentamos a una nueva ola de guerra maliciosa llamada "Terrorismo", que arrancó en la década de los años 90, y luego se ha intensificado hasta que todo el mundo hoy en día está desazonado por ella.

Teníamos la esperanza de que el sol del tercer milenio subiera sobre nosotros disminuidas ya las olas de violencia, terrorismo y del asesinato de hombres, mujeres y niños inocentes, pero que nos vimos decepcionados por tercera vez por el bombardeo de las Torres Gemelas en Nueva York (Centro Mundial de Comercio), el 11 de septiembre al inicio del siglo XXI. Hecho por lo cual el Islam y los musulmanes han pagado muy caro. Ya que a mil quinientos millones de musulmanes se le echó la culpa de muy pocos individuos. En consecuencia, algunos abusaron de dicho accidente para convocar a los medios de comunicación internacional a manifestar el Islam como una religión sedienta de sangre y retratar a los musulmanes como salvajes bárbaros que se han vuelto un peligro inminente contra las civilizaciones y las sociedades urbanizadas. Tales medios de comunicación han transmitido con éxito, sentimientos de odio y miedo hacia el Islam y los musulmanes en los occidentales, de quienes se ha apoderado un estado de pánico no sólo a los terroristas, sino también a todo lo que es islámico.

Señoras y señores,

"El Documento de Fraternidad" cuya divulgación, estamos celebrando, desde esta buena tierra fue concebido y redactado en una honorable mesa de la acogedora casa de mi hermano y querido amigo Francisco, de la cual fui uno de los huéspedes. En dicha mesa bendita uno de los jóvenes presentes propuso este documento, el cual tuvo una buena acogida y aceptación por parte de Su Santidad, y apoyo y respaldo por mi parte, tras varios diálogos en los que reflexionamos sobre la situación de todo el mundo, las tragedias de los asesinados, pobres, miserables, viudas, huérfanos, oprimidos, asustados y fugados de sus casas, patrias y familias. Más aún, pensamos en lo que las religiones divinas pueden ofrecer como salvavidas a aquellos desafortunados. A decir verdad, me sorprendió que las preocupaciones de Su Santidad y las mías fueran absolutamente idénticas, y que cada uno de nosotros sintiera la gran responsabilidad por la cual Al-lah nos hará rendir cuentas en el más allá. Mi querido amigo es tan misericordioso que siente el mismo dolor de toda la gente, sin distinción, discriminación, o reserva alguna.

Cabe señalar que los puntos más destacados mencionados en dicho documento son los siguientes:

Las religiones divinas son inocentes de los movimientos y grupos armados denominados recientemente "Terroristas", sea cual sea su religión, creencia, ideología, víctimas, o la tierra en la cual se perpetran estos crímenes horribles.

Así como, hemos convenido en que todas las religiones están de acuerdo sobre la prohibición del derrame de sangre, así como Al-lah prohíbe el asesinato en todos Sus mensajes divinos: Moisés –la paz sea con él- exclamó en los Diez Mandamientos en el Monte Horeb de Sinaí diciendo: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás "[1]. Igualmente, lo declaró Jesús –la paz sea con él- por encima de uno de los montes de Galilea, cerca de Cafarnaúm, Palestina, "en su tesoro moral precioso", conocido por "Sermón de la Montaña". Es de mencionar que Jesús confirmó lo que había comunicado Moisés, y añadió: Habéis oído, continúa, que se ha dicho a los antiguos, no matarás; y quien matare, será reo de juicio. Sin embargo, yo os digo que todo el que se enoja contra su hermano sin motivo, será reo de juicio; y quien haya llamado a su hermano […] imbécil, será reo del fuego del infierno"[2]. Asimismo, Muhammad –la paz y las bendiciones sean con él- anunció a toda la gente -por encima del monte de Arafat al final del Sermón de Despedida- lo que habían declarado sus hermanos, y añadió: “¡Oh, gente!, Por Al-lah no, no sé si después de este día estaré de nuevo entre vosotros en el mismo lugar. ¡Que Al-lah se apiade del hombre que escucha y comprende estas palabras […] ¡Oh gente!, tal como consideráis este día y esta ciudad como Sagrados, de igual manera considerad la vida, la propiedad y la honra de cada musulmán como sagradas, y compareceréis ante vuestro Señor Quien os preguntará por vuestras obras […] Trasmitid estas palabras a aquellos que no pudieron estar presentes aquí hoy". Asimismo, dijo: "Quien separe entre una madre y su hijo, Al-lah separará entre él y sus amados el Día de la Resurrección". Y en otro hadiz: "Quien apunte a un hermano, aunque sea carnal, con un hierro, los ángeles lo maldicen".

Aparte de decenas de aleyas coránicas que prohíben la matanza, decretando que aquel que mate a una sola persona, es como aquel que haya matado a toda la humanidad, y aquel que la salve es como aquel que haya salvado a toda la humanidad.

Señores presentes, pueden percatarse de la unidad del discurso divino y de su sentido, e incluso la unidad de las plataformas en las cuales dichos profetas honrados sermonearon: Monte de Sinaí, Egipto; uno de los montes de Palestina; y el Monte de Arafat, de la Meca, la Península Árabe.

De ahí, queda claro que no es correcto lo que difunden cuando afirman que las religiones son la razón principal de las guerras, y la historia es un testigo de cargo. Asunto que justificó la revolución de la civilización contemporánea contra la religión y sus éticas, y su exclusión de los asuntos sociales, tras haber sido propagada esta mentira como fuego en un pasto seco. Por eso, influyó en la conciencia de la gente y de los jóvenes, especialmente en Occidente. Dicha falsedad ha sido la razón principal de la difusión de las llamadas del ateísmo, las filosofías materiales, las sectas del caos, el nihilismo, la libertad sinfín y la sustitución de la ciencia empírica por "la religión". A pesar de lo que acabamos de citar, tras el transcurso de más de tres siglos, las repercusiones de la revolución contra Al-lah y las religiones divinas son totalmente catastróficas, pues están representadas en la tragedia innegable del hombre contemporáneo.

La verdad mediante la cual podemos refutar dicho embuste es que la razón principal de la crisis del mundo contemporáneo se debe a la ausencia de la conciencia humana y la moral religiosa, el dominio de las tendencias y deseos materiales y ateístas, y las filosofías inútiles y miserables, las cuales endiosaron al hombre, se mofaron de Al-lah y de Sus creyentes. Asimismo, ridiculizaron los valores sublimes que se consideran el único criterio para frenar al hombre y demorar los deseos salvajes que él lleva en sus adentros.

En lo que atañe a las guerras estalladas en nombre de las "religiones" y que mataron a la gente bajo sus banderas, las religiones no se responsabilizan de ellas, ya que fueron causadas por aquel tipo de políticas imprudentes que siempre abusaba de los hombres de religión y los involucraba en cuestiones muy ajenas a la fe, e incluso despreciadas por ella. Sin embargo, admitimos que hay hombres de religión que malinterpretaron los textos sagrados, pues reconocemos que la comprensión consciente y honesta de la religión no permite de ninguna manera que esos perdedores y extraviados pertenezcan a ninguna religión divina, tampoco les justifica su abuso de confianza al comunicar la religión a la gente como Al-lah la hizo descender.

Sin embargo, tal descarrilamiento sistematizado en la comprensión de los textos no está limitado solamente a los textos religiosos y su explotación en la agresión contra los demás, pues eso pasa en repetidas ocasiones en la política. A veces, se leen los textos de las convenciones internacionales encargadas de asentar la paz mundial de una forma especial que justifique el estallido de las guerras contra países seguros y su devastación. Hecho esto ya, estas políticas, tras haber realizado sus deseos agresivos horrendos, pueden pedir disculpas a las madres que perdieron sus hijos, a los huérfanos y a las viudas, excusando que los cálculos, las apreciaciones les han salido equivocados. Y los ejemplos son bien claros.

Por consiguiente, en el presente documento hemos llamado a "la detención del uso de las religiones y las sectas para intensificar el odio, la violencia, el fanatismo ciego, y al cese de emplear el nombre de Al-lah para justificar los actos de asesinato, desplazamiento, terrorismo y agresión. Es más, hemos recordado a todo el mundo que Al-lah no ha creado a la gente para luego ser matados o torturados o tener una vida dura. Al-lah –Glorificado y Altísimo sea- se libera de quien llama a Él matando inocentes o intimidando a los demás en Su nombre".

Honorables presentes,

Estoy seguro de que las iniciativas importantes y los esfuerzos loables en pro de lograr la hermandad humana en nuestra región árabe va a dar sus frutos. De hecho, gracias a Al-lah, esto ha empezado a reflejarse en Egipto protegido por Al-lah, ya que hace unos días se han inaugurado la mezquita y la iglesia contiguas más grandes, en la Nueva Capital Administrativa, como un paso histórico para promover la tolerancia y fortalecer la fraternidad entre las religiones. Dicha iniciativa fue patrocinada por el señor Abdelfattah Elsisi, Presidente de la República Árabe de Egipto.

Quiero dirigir una palabra a mis hermanos musulmanes de Oriente: Habéis de seguir tratando cariñosamente a vuestros hermanos, los ciudadanos cristianos en todos los países del este; porque son nuestros copartícipes de la patria, y nuestros hermanos sobre quienes el Sagrado Corán nos recuerda que son más próximos en afecto a nosotros, y justifica dicho afecto diciendo: "Eso es porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no son soberbios" (Sura 5, La Mesa Servida 82). Esto quiere decir que los corazones de todos los cristianos están llenos de bondad, compasión y misericordia. Al-lah –Enaltecido sea- es Quien ha sembrado en ellos dichos buenos atributos. Eso es lo mismo que dice el Corán en la Sura del Hierro: "E hicimos venir a Isa, el hijo de Maryam, al que le dimos el Inyil. Y pusimos en los corazones de los que le siguieron piedad, misericordia…" (Sura 57, El Hierro: 27).

Los musulmanes no tenemos que olvidarnos de que el cristianismo protegió el Islam cuando éste estaba recién surgido, y lo resguardó de la tiranía de la idolatría y del politeísmo, los cuales aspiraron a acabar con él desde sus comienzos. Esto fue cuando el Profeta (PyB) ordenó a los más débiles de entre sus compañeros -quienes representaban la mayoría de sus seguidores, cuando el perjuicio de los incrédulos quraishíes se hizo más fuerte- diciéndoles: “Si partís hacia Abisinia, en ella hay un rey ante el cual nadie es tratado injustamente". El rey cristiano los acogió en su Estado cristiano, los trató bien y los protegió de Quraish, luego, les permitió emigrar a Medina cuando el Islam adquirió más fuerza.

Además, quiero dirigir otra palabra a mis hermanos cristianos de Oriente: Vosotros formáis parte de esta Ummah, y sois ciudadanos, no minoría. Así que, os ruego que dejéis aparte de la cultura el término repelente de "la minoría", dado que sois ciudadanos que disfrutáis de todos los derechos y cumplís con todos los deberes. Sabed que nuestra unidad es la piedra angular que lleva al fracaso cualquier conspiración, la cual no diferencia entre cristiano y musulmán en las situaciones cruciales y en los tiempos de prosperidad.

Asimismo, digo a los ciudadanos musulmanes de Occidente: debéis integraros en vuestras ciudades de una manera positiva, de conformidad con la cual mantenéis tanto vuestra identidad religiosa como el respeto de las leyes de esas sociedades. Sabed pues que la seguridad de esas sociedades es una responsabilidad legal y religiosa de la que os hacéis cargo y seréis preguntados por ella ante Al-lah –Enaltecido sea-. Asimismo, en caso de que se promulgue una ley que os imponga contradecir vuestra Shariʽah, recurrid a las formas legales, pues son capaces de devolveros vuestros derechos y proteger vuestra libertad.

Igualmente, digo a todos los jóvenes de todo el mundo tanto en Occidente como en Oriente: el porvenir está sonriendo para vosotros, así que debéis armaros de la moral, el saber y el conocimiento, así como habéis de tomar el presente documento como una constitución de principios de vuestra vida. Haced de él una garantía para un futuro carente de luchas y dolores, una Carta a favor del bien y en contra del mal y un fin del odio. Enseñad a vuestros hijos este documento, porque es una extensión del Pacto de Medina y del Sermón del Monte, y es un guardián de los divisores comunes humanos y de los principios morales. Seguiré trabajando con Su Santidad el Papa mientras vivamos, y con todas las figuras religiosas en pos de la protección y la estabilidad de las comunidades. Cabe señalar que estando en este púlpito me veo obligado a encomiar el "Encuentro de la Alianza de las Religiones para la Seguridad de las Comunidades", celebrado aquí, en Abu Dabi, el pasado noviembre, y que fue apoyado tanto por Al-Azhar Honrado como por el Vaticano, y al que asistió un número de los líderes de las religiones para asumir su responsabilidad para proteger la dignidad del niño.

 

En conclusión, expreso mi profundo agradecimiento a mi hermano honorable, Su Excelencia el sheij Muhammad bin Zayed por patrocinar esta histórica iniciativa y dar una buena acogida al Documento de Fraternidad Humana, que esperamos que dé sus frutos los cuales son establecer la paz entre los pueblos, despertar los sentimientos del amor y del espíritu mutuo entre Este y Oeste, Norte y Sur.

Del mismo modo, doy las gracias a Su Excelencia el sheij Abdullah bin Zayed, y a todos los jóvenes destacados que se esforzaron mucho para organizar este encuentro y hacerlo salir de esta forma brillante.

Por último, partiendo de la aleya en la que Al-lah –Altísimo sa- dice: "No desvaloricéis las cosas de los hombres", agradezco a dos soldados desconocidos que contribuyeron a la preparación del Documento de Fraternidad Humana, desde el inicio hasta su aparición hoy en día en este evento mundial, y a quienes considero como si fueran mis propios hijos: el juez Muhammad Abdel Salam, Ex Asesor del Jeque de Al-Azhar, y el sacerdote Yoannis Lahzi Gaid, Secretario Personal de Su Santidad el Papa Francisco, pues para ambos y a todo aquel que haya ayudado a que este encuentro tenga éxito, le expreso mi sincero agradecimiento, aprecio y respeto.

 ¡Gracias por su atención!

¡La paz y las bendiciones de Al-lah sean con ustedes!

El Gran Imán de Al-Azhar, Dr. Ahmed Al-Tayyib

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Éxodo (Capítulo 20).

[2] Mateo 5: 21-25.

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