Al abordar los motivos más importantes de los fenómenos extraños al Islam, a los musulmanes y a su civilización tanto a nivel formal como temático e histórico, no me cabe la menor duda de la existencia de una oleada fuerte de la cultura de odio que ha podido invadir a las mentes de algunos de nuestros jóvenes engañados. Dicha oleada ha sido preparada para llevar a cabo malos planes contado con los puntos débiles en las políticas de educación, en nuestros países, con el fin de radicalizar fácilmente a los jóvenes.    
No quiero detenerme mucho ante la crisis de educación en el mundo árabe e islámico, sino que me limito a decir que en algunos de los programas de educación se concentraron acumulaciones históricas basadas en tendencias de fanatismo y extremismo en nuestra tradición que surgieron de interpretaciones desviadas de algunos textos coránicos, proféticos y de opiniones de eruditos.

     Dichos programas empujaron a los extravíos a seguir opiniones emitidas en circunstancias relacionadas con una época en concreto relacionadas con contextos específicos diferentes de las actuales, e hicieron de ellas textos jurídicos y opiniones decisivas que igualan a los preceptos del Corán y de la sunna. Los extremistas las tomaron como base para acusar con iniquidad e incredulidad a los demás.
Hemos notado que ciertos grupos se atreven, con ignorancia e ímpetu incontrolable, a acusar de incredulidad a los gobernantes y a los ciudadanos. Además, acusan así a los eruditos porque no consideran a los gobernantes como incrédulos, e incluso acusan de incredulidad a todos aquellos que rechazan su ideología. De modo que, consideraron a todas las épocas islámicas posteriores al siglo IV como siglos de incredulidad. No es necesario arrojar luz sobre la relación estrecha entre las sectas de acusación de incredulidad y la cultura del odio, el rechazo y el desprecio del otro.
     La propagación de esta cultura detestable se debe al uso de las nuevas tecnologías por parte de estos grupos para popularizar sus ideas venosas entre los jóvenes con estilos bien estudiados con el fin de seducir a sus víctimas con apego mental y emocional, y luego mediante la participación práctica.
     No hay más remedio que buscar una salida no tradicional para esta crisis que adhirió los crímenes más feos con el Islam y los musulmanes. Pienso que las lecturas equivocadas de estos grupos y la demora en condenarlas ayudaron la difusión de esta epidemia entre los jóvenes.
A pesar de ello, no pretendo exponer que el espectáculo es totalmente oscuro, sino que hay luces y esperanza en el caso de corregir las intenciones, validar la determinación y unificar la palabra y los intereses.

 
Gran Imán de al-Azhar
Prof. Dr. Ahmed Al Tayeb  ‎