La actitud del islam hacia la democracia

  • | Monday, 10 December, 2018
La actitud del islam hacia la democracia

     La democracia se define como un sistema político que da la oportunidad de todos los ciudadanos con derecho de votar a participar en las decisiones que afectan sus vidas tanto individuales como sociales. También, se define como un sistema político basado en gobernar a través de la aprobación y la aceptación de los gobernados, considerando que el gobierno recibe su legitimidad, directa o indirectamente, de la voluntad de la mayoría de los miembros de la sociedad.

      Los primeros en reconocer la democracia fueron los romanos y los griegos, así como existen raíces panhelénicas de la democracia. Dado que la democracia surgió originariamente del principio de evitar y solucionar los conflictos, por lo cual se interesó por la absorción de las nuevas potencias que surgen en las sociedades. Así  es parte de los tomadores de decisiones con el voto que conceden a una persona o a la otra. De ahí, "la mayoría" se convirtió en una idea esencia: la mayoría toma las decisiones. Sin embargo, esta mayoría se trata del número más elevado de votos. Por eso, notamos que hasta el momento, las democracias occidentales giran en torno a los empresarios y capitalistas por un lado  y los trabajadores por otro.
Por ejemplo, Gran Bretaña, que representa la democracia europea, circula entre dos partidos: el partido conservador, conformado por capitalistas y autoridades comerciales e industriales; y el partido laboral, representado por los trabajadores que siguen siendo la clase más baja de la sociedad. Igualmente, en EE. UU. existen dos partidos principales: el republicano, de las clases más altas; y el demócrata, de las demás clases. Ahí hay un gran proceso de influencia a las mentalidades de los votantes, convenciéndoles de que ya son ellos los que deciden.
Sin embargo, la democracia es el mecanismo más fácil y eficaz de la humanidad para hacer la gente pensar que son ellos mismos quienes controlan sus vidas y que ellos mismos los que eligen sus regímenes y gobernadores. Con la situación actual de nuestras comunidades  denota que está en necesidad de  aplicar tales sistemas aunque es la democracia en sí misma es un objeto de crítica.
Cualquier comunidad que quiera buscar una solución eficaz para sus problemas, debería hacerlo a partir de su propio entorno, ya que antes de transmitir las experiencias de otras comunidades en campos en los que se involucra lo religioso, lo temporal, lo financiero y lo histórico, hay que investigarlo  sumamente, puesto que el éxito de una experiencia en una comunidad concreta no significa que puede aplicársela con el mismo éxito en otras sociedades.


     Se ha intentado consolidar la democracia en algunos países no occidentales. Dicho sistema no tuvo éxito en muchos países de América del Sur y del sureste de Asia, mientras que ha tenido éxito en otras regiones no a través de sus mecanismos y por su filosofía. No hay duda de que las urnas electorales muestran un mecanismo eficaz, con el que podemos tratar muchos problemas, pero al mismo tiempo es imprudente basarse en unas cajas cerradas, llenas de lo beneficioso y lo perjudicial.  Podemos distinguir que los cargos públicos deben someterse a la elección y que se debe proporcionar las garantías necesitadas para evitar el fraude electoral. Sí queremos que esto se prevalezca para los cargos públicos, ya sean de educación, de política o de economía. En este contexto, la democracia se trata de la participación y la elección entre de todos los que quieran asumir dicho cargo.  
       En las sociedades occidentales, la democracia es considerada como estilo de vida, cultura, educación y procedimientos a la democracia. Dichos países han experimentado evolución y han adquirido flexibilidad que convirtieron sus pensamientos inertes en una filosofía flexible que acepta la idea de la religiosidad, incluso cuando confronta algunas restricciones. Por otro lado, las sociedades donde la democracia todavía no se ha enraizado, siguen aferrándose a las teorías empíricas con toda su inercia que destruyó muchas construcciones tradicionales de nuestras sociedades árabes e islámicas bajo términos que han agotado nuestra energía en los últimos periodos.
     Para los musulmanes, la democracia prescinde de dos límites: el de las fuentes principales y el de la libertad. Es verdad que la democracia se definió como “el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo", pero esto es un emblema existente desde el primer día en que Licurgos llamó a la democracia en Esparta en el siglo XVIII A. C. Sin embargo, este emblema no se consiguió prácticamente como debería merecido, ya que los emblemas denotan un sentido diferente de su aplicación. Supuestamente que si el musulmán se comprometió con lo que había sugerido, la fuente principal a la que el musulmán debe recurrir en casos de controversia es su Dios: “Si lo remitieran al Mensajero o a los que entre ellos tienen mando, lo sabrían los que de ellos están en condiciones de hacer averiguaciones Y si no fuera por el favor que recibís de Allah y por Su misericordia, todos, salvo unos pocos, seguiríais al Shaytán”; (Corán 4: 83).
El segundo límite es el de la libertad. Recientemente hemos visto como EE. UU. ha caído en la anulación de la institución humana más digna e importante, nos referimos a la familia y el matrimonio natural, destruyéndola bajo el pretexto de mantener la libertad de los homosexuales y prácticamente acabar con el vínculo familiar que ahora denomina “familia tradicional”. Por todo ello, el islam representa el principio shura (consulta de los sabios) como alternativa que tiene sus propias condiciones, independientes del número o los deseos humanos ilimitados, sino que depende de sus fuentes y sus valores, con respeto al número como un factor adicional en lo que se refiere a la confianza. De ahí, es nuestro derecho advertir de admitir estos principios como definitivos.

 

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