En los últimos años, el mundo experimentó un fenómeno brutal e inhumano, un crimen contra la infancia: el reclutamiento de niños por grupos extremistas. Según un informe de la ONU en 2017, algunos niños se vieron obligados a atacar a sus familias para demostrar su lealtad a los grupos terroristas, las niñas también fueron sometidas a casamientos forzados, tareas del hogar y transporte de equipos y armas.
La estrategia demoníaca de reclutar niños es una técnica sistemática más que aleatoria. Los terroristas publican imágenes de niños que realizan actos violentos o que son sometidos a castigo físico para mostrar la fuerza del grupo e intimidar a la gente en general. Los extremistas atraen a los niños por varias razones, primero porque son fáciles de controlar e intimidar, obedecen las órdenes sin discutirlas, asimismo, se les puede convencer de ideas equivocadas. También son utilizados para espiar, entregar mensajes, transportar materiales peligrosos y, en el peor de los caos, llevar a cabo atentados suicidas o utilizarlos escudos humanos.
Hay ciertos métodos por los cuales los terroristas alistan a estos menores de edad en sus filas, el más atroz de los cuales es secuestrarlos o comprarlos de los traficantes de personas. Los pequeños más vulnerables son aquellos que viven en extrema necesidad o los que se encuentran privados de atención familiar. Son captados a veces de la calle donde andan deambulando, son el blanco de los extremistas que les proporcionan dinero y alimentos con el fin de atraerlos. También se hacen reclutas aquellos menores cuyos padres están convencidos de la validez de las ideologías extremistas. En algunas áreas donde los grupos controlan todo un territorio, sus objetos en este caso se centran en los escolares, donde se pretende radicalizarlos en los centros de enseñanza. También existen otros factores maliciosos a través de los cuales los terroristas atraen a los niños: los juegos de computadora y los medios interactivos que fascinan a los niños.
La cuestión de reclutamiento de niños está compleja e interrelacionada, los gobiernos deben adoptar medidas enérgicas contra las violaciones del derecho de estos niños. Las recomendaciones deben abordar la prevención y el tratamiento. En el caso de la protección se debe tener en cuenta dos tipos de menores: niños que disfrutan del cuidado de sus padres y otros que viven en la calle sin hogar que les dé cobijo.
En cuanto al primer caso, los padres deben prestar una especial atención a los hijos para protegerlos, sobre todo cuando pasan mucho tiempo navegando en Internet sin control, lo que los hace presa de grupos extremistas. Por lo tanto, se deben imponer restricciones a los dispositivos conectados a Internet y hacer un seguimiento de los sitios que ven y el tipo de videojuegos que los atraen, ya sean juegos violentos o grupales en los que pueden participar numerosos participantes de diferentes nacionalidades.
En este contexto, es de suma importancia el rol de la familia: pues los padres deben advertir a sus hijos de lo peligroso que representan las ideas extremistas y aclararles las delicadas cuestiones religiosas y políticas de una manera sencilla que se adapte a su nivel intelectual y científico. Los niños que buscan suspenso y aventura necesitan consejos y orientación. 
Por otro lado, en el caso de los niños sin hogar que padecen descuido familiar, representan un problema social grave que podría convertirse en una verdadera amenaza. La organización de las Naciones Unidas enfatizó en la Convención sobre los Derechos del Niño que todos los países deben adoptar todas las precauciones para proteger a los menores de todo tipo de violencia y brindar el apoyo necesario a los niños que no gozan de cuidado ni albergue.
En definitiva, es necesario intensificar los esfuerzos para la reintegración de estos pequeños reclutados en la sociedad otra vez. En la etapa de rehabilitación se debe tener en cuenta la dimensión psicológica, sanitaria y social de estos niños que han tenido serias experiencias traumáticas. Estos niños se encuentran en necesidad de recibir buena educación, formación profesional, y restablecimiento de los vínculos familiares.