Al resaltar Vacío de seguridad:
A la luz de los datos anteriores del escenario africano, se manifiesta diáfanamente la oleada de retiradas, disensiones y desuniones que salpicó la ruta de la seguridad en el continente africano. Tal situación redundó en la reducción de los esfuerzos colectivos en la lucha contra el terrorismo que iban especialmente in crescendo en los últimos años, haciendo tabla rasa del importante papel que había desempeñado en el logro de una estabilidad relativa en algunas zonas de conflicto en África. Esto dejaría, sin lugar a dudas, un vacío de seguridad y proporcionaría un entorno propicio para que las organizaciones terroristas impusieran su dominio y afianzaran su poder en amplias áreas de los países afectados. A buen seguro, este escenario se podrá debutar en otros territorios que están a resguardo de las amenazas terroristas.
Sobre la base anterior, resulta difícil aseverar si las fuerzas gubernamentales de esos países son capaces de llenar ese vacío de seguridad, dado el ritmo vertiginoso con el que cambian los acontecimientos políticos y las élites gobernantes, especialmente en los países de la región de África Occidental que desean reorientar su brújula política con la disminución de la injerencia extranjera en sus asuntos internos.
Los acontecimientos más recientes en la República Democrática del Congo, Malí, Níger, Burkina Faso y Somalia evidencian que la retirada de las fuerzas de mantenimiento de la paz podría generar un gran vacío de seguridad, acarreando el aumento de la violencia y el deterioro de las condiciones humanitarias.
En Somalia, el grupo terrorista “Al- Shabaab” intensificó el ritmo de sus ataques terroristas contra civiles, tropas gubernamentales y fuerzas de mantenimiento de la paz tras la retirada de la misión “ATMIS” en junio de 2023. En este sentido, las estadísticas muestran que durante el período comprendido entre el 27 de mayo y el 23 de junio de 2023, el movimiento terrorista lanzó más de 200 ataques en Somalia, que ocasionó la muerte de más de 700 personas.
Asimismo, los enfrentamientos violentos en el este de la República Democrática del Congo han ido en aumento desde octubre de 2023. En esto, los conflictos bélicos entre los grupos armados no estatales y las fuerzas gubernamentales han cobrado la muerte de más de 600 personas y el desplazamiento forzado de más de 450.000 personas.
Desde que comenzó la retirada de la misión “MINUSMA” de Mali, el estado de inseguridad en la región ha empeorado por mor de la reanudación de las colisiones entre militantes y el ejército nacional, lo que desencadenó la escalada de ataques entre ambos bandos.
Dicho esto, hay nuevos cambios que se imponen en el mapa africano, sobre todo desde las sucesivas decisiones de retirar las misiones de mantenimiento de la paz. Tal situación plantea importantes interrogantes sobre las repercusiones de esas retiradas y su impacto en la situación de seguridad en esos países en particular, y en el continente africano en general.
Posibles escenarios
El Observatorio de Al-Azhar para la Lucha contra el Extremismo —guiado por un seguimiento minucioso de las condiciones de seguridad y de las actividades terroristas en el continente africano— vislumbra una serie de posibles consecuencias derivadas de las retiradas aceleradas de las fuerzas de mantenimiento de la paz en las zonas de conflicto en África. Consideremos a este respecto el colapso de instituciones ya frágiles a raíz de la salida improvisada de estas fuerzas y la ausencia de fuerzas militares alternativas que prosiguen su labor y llenan el vacío resultante. Con todo, los esfuerzos nacionales no han administrado remedio expeditivo y adecuado a las amenazas derivadas de las retiradas. Tal situación trae a la memoria el escenario de los “talibanes afganos” y su ascenso al poder tras la caótica retirada estadounidense a finales de 2021, dejando al país en un vacío de seguridad sin preparación previa. Está previsto que la experiencia de los talibanes y su acceso al poder sirva de apoyo a las organizaciones terroristas en África, especialmente en los países del Sahel que viven en condiciones similares a las de Afganistán. Conste, por cierto, que la declaración de la lealtad a las organizaciones terroristas principales es un fenómeno que cuenta con precedentes y la ideología es el denominador común entre todas ellas, aun difiriendo en sus ópticas y sus métodos.
Estas especulaciones se ven reforzadas por la reciente aparición de Iyad Ag Ghaly, líder de la organización terrorista “Nuṣrat al-ʾIslām wa-l-muslimīn” (Grupo de apoyo al Islam y a los musulmanes) —afiliada a Al Qaeda— en el Sahel, después de un silencio que duró más de siete años. En un video, amenazó a los regímenes de transición en Malí, Burkina Faso, Níger y sus aliados, afirmando que el enfrentamiento ha entrado en una nueva fase.
Con todo, es probable que dichos llamamientos a la evacuación de las fuerzas de mantenimiento de la paz en las zonas de conflicto lleven señales de optimismo en pro de la propia consolidación de los esfuerzos nacionales en la lucha contra el terrorismo y la reconfiguración de nuevas coaliciones de seguridad regionales, lo que constituye alternativas sólidas para llenar ese vacío de seguridad. Como ejemplo de estas nuevas alianzas puede verse la coalición de los tres países del Sahel (Mali, Níger y Burkina Faso) en base de un nuevo acuerdo que se ocupa de la defensa conjunta contra cualquier rebelión o ataque externo a cualquiera de los estados miembros. Asimismo, salta a la vista en la escena la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), que reemplazó al grupo de fuerzas regionales de la Comunidad de África Oriental (CAO) en el Congo.
Al hilo de lo anterior, el Observatorio de Al-Azhar para la Lucha contra el Extremismo considera que la aceleración del ritmo de las retiradas a falta de planes alternativos y fiables constituye una amenaza para la seguridad y allana el camino a las organizaciones terroristas y los grupos armados para tomar las riendas del poder en todos los países africanos, exacerbando así los actos de violencia. Ergo, las autoridades gobernantes deben proceder con cautela, detenimiento y seriedad en las decisiones relacionadas con la situación de seguridad. En este contexto, el Observatorio insta a los países que solicitaron la retirada de las fuerzas de mantenimiento de la paz a encontrar rápidamente alternativas militares para repeler posibles ataques. Asimismo, hace hincapié en la soberanía e independencia del continente africano, cuyos pueblos han de ser los primeros en defender sus recursos y sus territorios a parir de una capacitación física y moral. Esto, a su vez, garantizará un futuro libre de amenazas de terrorismo y actos de violencia para el continente africano.