En este artículo se discuten las ideas principales del artículo titulado “La yihad en el Congo” publicado en el periódico de An-Nabaa, núm. 488. Lo más llamativo es que este editorial, como otros tantos de Dáesh, se trata de una campaña mediática propagandística que intenta ganar más seguidores y difundir entre sus miembros la idea de que están logrando victoria. Asimismo, el título que han elegido es sugerente: "La Yihad en el Congo", y esto quizás se deba a la gran cantidad de operaciones terroristas que han llevado a cabo recientemente en dicho país. De este modo, quieren demostrar que son superiores, lo cual contradice la realidad, pues el Congo es un país pobre, con fuerzas de seguridad debilitadas y que sufren de escasez de personal y armas.
También desean mostrar a sus seguidores que están cerca de lograr victoria y revivir el supuesto Califato en África Occidental. Pero estas son meras ilusiones, ya que en realidad estos grupos descarriados viven a menudo en áreas aisladas y llevan a cabo actos de sabotaje de vez en cuando, principalmente en aldeas remotas, aprovechando el vacío de seguridad en esas zonas. Tampoco tienen idea de lo que implica gobernar un país.
El texto aborda las operaciones terroristas que los miembros del grupo terrorista están llevando a cabo contra los inocentes, denominándolas "guerra contra los cristianos". El objetivo es adherir a sus actos de violencia un carácter religioso, atrayendo así a más adeptos y seguidores. Igualmente, se autodenominan "los soldados del califato guiados por la providencia divina" para dar a los lectores la sensación de que son buena gente y que lo que hacen es parte de una idea noble. Sin embargo, dependiendo de los cambios espacio-temporales, se podría decir que la idea de reunir a todos los países musulmanes bajo una sola bandera llamada Califato no es factible, tampoco responde a las necesidades de cada nación. No se puede aplicar algo del pasado en nuestros días y afirmar que está relacionado con la religión.
Todos sabemos que mienten, porque en Occidente no solo defienden a los cristianos africanos sino también a otras comunidades no cristianas. Un ejemplo de ello es la actitud de algunos gobiernos occidentales frente a la masacre que comete la entidad sionista contra los palestinos, los rohingya, los ui.gu.res, entre otros.
Nuevamente, y en nombre de la ley divina y la sagrada yihad, mienten una y otra vez, porque las atrocidades que cometen van en contra de los valores humanos y los propios principios del Islam. El hecho de matar a inocentes, quemar sus hogares y apropiarse de sus pertenencias no tiene nada que ver con el Islam. El Corán dice: "Invita al camino de tu Señor (¡oh, Muhammad!) Con sabiduría y buenas palabras, y argumenta con quienes te discutan sobre el tema, de la mejor de las maneras. En verdad, tu Señor conoce quién se ha extraviado de Su camino y quiénes están bien guiados" (Corán, 16: 125).
Entonces, estas barbaridades que cometen contra la humanidad contradicen las enseñanzas del Islam. Se ha narrado que el Mensajero de Al-lah (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) dejó entre sus recomendaciones en tiempos de guerra las siguientes palabras: "No quemen las palmeras, ni las inunden con agua, ni corten árboles frutales, ni incendien cosechas". En algunas versiones se agrega: "Ni destruyan casas".
Estos relatos y otros similares indican que el objetivo de la guerra en que participó el Profeta era únicamente defenderse, y no incluía entre sus objetivos la destrucción de las propiedades del enemigo.
Al igual que ellos tergiversan la verdad frecuentemente para justificar sus crímenes contra inocentes en aldeas remotas, afirmando que siguen el camino de los profetas en su lucha contra los incrédulos a pesar de ser una minoría, lo cierto es que esto contradice la historia. Por ejemplo, el Profeta del Islam no se movilizó para combatir a nadie hasta casi trece años después de haber recibido la Revelación. Cuando finalmente luchó contra los politeístas de La Meca, lo hizo para recuperar los derechos de sus seguidores, cuyos bienes habían sido saqueados en esa ciudad. Su lucha fue por la reparación de daños, no por venganza o deseo de dominio. Su llamado fue pacífico, no violento, ya que el Corán garantiza a las personas la libertad de creencias: "Y di (a tu pueblo, ¡oh, Muhammad!): « (Lo que os he traído —el Corán—) es la verdad procedente de vuestro Señor. Quien quiera creer en él, que lo haga y quien quiera, que lo desmienta»" (Corán, 18: 29).
El Observatorio de al-Azhar afirma que el camino del asesinato y el derramamiento de sangre inocente es el camino de la perdición y del infierno, y es también el camino más alejado del enfoque racional del Profeta para llamar a Al-lah y a su verdadera religión. El Mensajero de Al-lah (la paz y las bendiciones desciendan sobre él) no seguía el camino de venganza ni se inclinaba al dominio sobre las comunidades no islámicas. Asimismo, el Observatorio de al-Azhar hace hincapié en que el orgullo por la violencia y el elevado número de víctimas indica una brutalidad e inhumanidad definitivas que deberían ser rechazadas y acabadas lo antes posible.