Al-Azhar eleva su voz para exhortar a la comunidad internacional a respaldar la firme posición de Egipto y de las naciones árabes en su compromiso con la reconstrucción de la Franja de Gaza, bajo la condición irrenunciable de que el pueblo palestino permanezca en su tierra. Asimismo, urge a ejercer la máxima presión para garantizar la implementación efectiva y completa del acuerdo de alto el fuego, al tiempo que llama a los líderes mundiales a actuar con sabiduría y responsabilidad en sus declaraciones, evitando cualquier pronunciamiento que atente contra la estabilidad de las naciones.
En este contexto, Al-Azhar subraya que nadie tiene derecho a imponer al pueblo palestino propuestas inviables ni a forzarlo a aceptar soluciones que ignoren su legítimo derecho a vivir en su tierra ancestral y a establecer su Estado independiente con Jerusalén como su capital eterna.
Al-Azhar dirige un llamado urgente a los líderes árabes y musulmanes, así como a las conciencias honorables y sabias del mundo, a los guardianes de la justicia y a todas las naciones, para que rechacen con determinación los planes de desplazamiento forzado que pretenden borrar la causa palestina y erradicarla del escenario internacional. Estas estrategias buscan arrancar a los palestinos de su hogar y obligarlos a renunciar a la tierra que han habitado durante milenios, sin respeto alguno por la sacralidad del suelo patrio ni por el vínculo sagrado que une a las personas con su tierra.
Al-Azhar advierte que el abandono, por parte de la comunidad internacional, de su deber moral y legal de defender a los oprimidos y desposeídos, no hará más que sumir al mundo entero —de Oriente a Occidente— en un estado de inestabilidad crónica, convirtiéndolo en una selva donde impera la ley del más fuerte y donde los poderosos devoran, impunemente, los derechos de los débiles.
Desde su posición de conciencia ética global, Al-Azhar insta a las instituciones religiosas del mundo entero a alzar unánimemente la voz de la fe en defensa de los palestinos indefensos, recordando que el silencio cómplice ante semejante injusticia constituye una grave responsabilidad ante Al-lah, el Altísimo, quien pedirá cuentas a quienes hayan dado la espalda a esta causa justa.
La esencia primordial de todas las religiones es la defensa del débil frente a la injusticia. Por tanto, ninguna doctrina legítima puede aceptar la expulsión de un pueblo de su tierra ni su desplazamiento forzoso para ceder su hogar a otros. Vivimos en una época que, en teoría, debería regirse por leyes y convenciones internacionales destinadas a preservar la dignidad humana. Sin embargo, lo que hoy acontece en Palestina representa una abominable regresión a épocas prehistóricas, donde la fuerza desmedida y la barbarie imponían su dominio sobre el derecho y la razón.
Que la conciencia de la humanidad despierte antes de que la historia registre, una vez más, el fracaso colectivo de quienes, pudiendo detener la injusticia, optaron por el silencio y la indiferencia.